Barcazas
olvidadas de la costa,
siempre
las nombré así, de pasada,
cuando
motivos o instantes del río
o
alguno de mis versos inspiraba...
Y
las veía tristes, nostalgiosas,
como
si otros tiempos evocaran.
Las
imaginaba un viejo marino
impedido
de tocar las aguas.
Hoy
a la distancia las recuerdo
y
con ellas mi pensamiento viaja
por
aquellos ondulantes recorridos
que
antaño realizaban.
A
MANERA DE PRÓLOGO
Padentrano,
nombrador y popular.
Elías
Chucair es padentrano, y eso es una virtud, que ejerce con autoridad.
Permítanme
que les explique un poco de dónde viene esa palabreja. Don Arturo
Jauretche la usaba y la había tomado de un texto del poeta Osvaldo
Guglielmino, que a su vez la inventó para contraponerla a esa
expresión grosera de “pajuerano” con la que los habitantes de la
Capital designan (o designaban) a los recién llegados del país
interior. Ser padentrano es, entonces, pertenecer, ser y estar en el
adentro de la Patria; conocer, amar y odiar (todo al mismo tiempo)
este interior maravilloso y sorprendente, defenderlo y hacerlo
conocer.
Por
eso afirmo y reitero: Elías Chucair es padentrano. Tiene sangre
inmigrante en sus venas, y además a lo largo de toda su vida ha
fertilizado una fraternal relación con los criollos y los indios.
Esta actitud potencia su condición de padentrano, precisamente,
porque el país de adentro está mayormente poblado por esos seres,
invisibles a los ojos de la metrópoli. Este poeta amigo, rionegrino
y padentrano, dedica muchos de sus versos a poner en el foco de la
luz esos rostros del trabajo y el desarraigo. Los coloca en el
centros del escenario.
Además,
Elías Chucair es nombrador, y esa calidad lo distingue junto a otros
poetas de su misma generación, Jaime Dávalos, Armando Tejada Gómez,
Antonio Esteban Agüero, Edgar Marisoli, Pepe Sánchez y tantos.
Los
nombradores son los poetas, narradores y cronistas que llaman a los
personajes de sus escritos por sus nombres, como un pequeño
homenaje, manifestación de respeto y sincero manejo de la
información referencial. Pero también, son quienes al nombrar a las
cosas luchan contra el atroz destierro del olvido; porque el nombre
se convierte en proclama invencible en el tiempo. Porque lo que se
nombra queda en la memoria, como material que construye el imaginario
colectivo de los pueblos.
Debo
decir, para completar la descripción, que Elías Chucair es popular;
lo son los temas que ocupan su literatura y goza su obra del
reconocimiento del pueblo, que repite sus historias y poemas,
apropiándose de ellos.
Lo
popular es, en el arte, una categoría que se puede definir con pocas
palabras: es lo que le gusta a la gente. Las imágenes y relatos que
trasmiten los escritores populares no necesitan explicaciones para
llegar al corazón de sus lectores y provocar el cosquilleo de la
emoción. Dicen, los detractores de lo sencillo, que escribir de esa
manera no requiere talento. Ignoran que la capacidad de emocionar
está reservada a quienes tienen leal sensibilidad por las cosas
simples, un privilegio de los espíritus mansos.
Elías
Chucair es padentrano, nombrador y popular. Estas condiciones se
muestran en esta selección retrospectiva de su obra poética.
Transitar por las páginas de este libro es como dejarse envolver por
un pancho de nostalgias sureñas, que acaricia y hace soñar; para
andar caminos ásperos y dolientes, cálidos y afectivos, y
finalmente arribar al alto mollal donde el viento alguna vez perdió
una copla.
Carlos
Espinosa
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